Katmandú

Boudhanath
Hoy hemos pasado un día muy agradable. Sobre las 9.30 de la mañana a pasado por el hotel nuestro amigo Rama, hacia algo más de un año que no le veíamos y teníamos muchas ganas de pasar un buen día con él. Rama fue nuestro guía en katmandú y su valle el año pasado, y desde entonces mantenemos una espléndida relación de amistad con él. Es un gran guía y un tipo maravilloso, que nos ha brindado su amistad incondicional, y nos ha abierto las puertas de su casa. Sin duda se ha ganado nuestros corazones, y nuestro respeto.

Para pasar el día de hoy, Rama se ha encargado de todo. Ha alquilado un chófer para nosotros, y hemos estado toda la mañana dando vueltas por Katmandú y por sus templos. El primero en visitar ha sido la stupa de buda, o Boudhanath. Esta gran stupa se encuentra a 6 km  del valle de Katmandú. Rodeada de colinas, es una joya de mandala natural. Una reserva de energía. Es uno de los puntos de peregrinación más importantes del budismo. Hoy en día se ha convertido en un prospero centro de negocios, con monasterios, tiendas y empresas. Es el principal centro de estudios de budismo del himalaya y del valle del Katmandú. Es también uno de los mayores y más significativos monumentos budistas del mundo. Y para nosotros junto con la plaza Durbar el monumento más bonito de Katmandú.

Swayanbunath
Desde la stupa de boudha, nos hemos acercado al conocido como templo de los monos o Swayanbunath. Esta stupa es una aguja de oro coronando una colina boscosa. Es el más antiguo y enigmático de todos los santuarios del valle de Katmandú. Tienen una altísima cúpula blanca y una aguja resplandeciente de oro que son visibles desde todos los lados del valle. Los registros históricos recogen en una inscripción en piedra que dan evidencia de que la stupa ya era un importante destino de peregrinación budista del siglo I dC, es decir, cinco antes de la llegada del budismo al valle. Es uno de los monumentos más místicos que uno puede ver en Katmandú.

Después de parar un rato a los pies de la escalinata que da acceso al templo, y comernos unos plátanos que Rama nos ha comprado en un puesto callejero, nos hemos puesto en marcha hacia el templo de Budhanilkantha o sleeping Vishnu. Este templo es especial, porque está fuera de las rutas turísticas, de manera que los visitantes de este templo son todos devotos, salvo nosotros dos. Budhanilkantha crea un ambiente místico único, las lámparas de mantequilla parpadean, el incienso flota en el aire y los fieles lanzan polvos de tika.
La devoción se concentra alrededor de una enorme estatua recostada de vishnu. La imagen de 5 m de largo está esculpida de un solo bloque de piedra negra. Solo a los hindúes les está permitido acercarse a la estatua para depositar sus ofrendas, pero se puede ver a través de la valla que la rodea.

Ha sido muy agradable y nos ha hecho mucha ilusión volver a visitar estos lugares tan mágicos donde ya estuvimos el año pasado, pero creo que este año los hemos disfrutado más, puesto que en esta ocasión además de visitarlo en compañía de un amigo, ya sabíamos a dónde íbamos y que era lo que significaban. Ha sido muy bonito.
Pero lo mejor ha estado por la tarde, cuando un amigo de Rama nos ha invitado a su casa a "merendar". Por  el camino hemos parado en un supermercado para comprar algo para llevar a esa "merienda". Hemos estado un par de horitas en casa de este nepalí, con su familia, bebiendo una especie de aguardiente que elabora él mismo, y lo hemos acompañado de unos snacks de maíz con sabor a bamba, unas patatas fritas, y gambas deshidratadas fritas, que por cierto estaban muy buenas. Ahora que el aguardiente estaba riquísimo, pero sí me tomo uno más me tengo que quedar en su casa a dormir, que peligro tiene.

A continuación nos hemos ido los cuatro a visitar el barrio, ha sido una experiencia interesante, porque como ya imaginaréis, este barrio no es nada turístico, y aquí no se ven turistas, así que la gente nos miraba raro. Pero hemos vivido un poco del verdadero Katmandú, del Katmandú nepalí, alejado del turismo. Me ha encantado.

Al final de la tarde, hemos ido a tomar un té a casa de Rama, donde hemos estado viendo unos vídeos de su actuación en Nueva York. Aunque no hemos podido estar mucho rato, porque a las 7.30 hemos quedado con Andrea para cenar, ya que ella mañana se marcha.
De camino a la dolce vitta, que es donde cenaremos, hemos pasado por la plaza Durbar. Esta plaza por la noche no tiene nada que ver con la que se puede ver por el día. Está llena de vida, pero vida nepalí. Apenas ves occidentales, aunque el bullicio es el mismo que por la mañana, pero con otro encanto.

Ha sido una buena cena, para despedir a una buena compañera de viaje, con el mejor ice tea que se puede tomar en el mundo, que como ella misma dice, ¡seguro que nos volveremos a ver! eso esperamos.